viernes, 5 de febrero de 2016


 





Paulina de las Mercedes Tamayo Cevallos, mejor conocida como Paulina Tamayo, conquistó al público ecuatoriano desde los cinco años de edad. La artista nació en Quito, Ecuador el 18 de abril de 1965. Con más de 30 años de vida artística profesional, destacan canciones como: "Los pasillos imploración de amor", “Fe perdida”, “El vals mentiras”, y “Callecita de amor”. Composiciones que fueron hechas por su progenitora, Maria Luisa Cevallos Paladines.

En su adultez, Paulina realizó giras internacionales donde compartió escenarios con grandes figuras de la música internacional como Alci Acosta, Roberto Carlos, El Greco, Los Panchos, Lola Flores, Los Visconti, Daniel Santos, Rocío Durcal, entre otros. Después se convirtió en la embajadora del folclore ecuatoriano y latinoamericano, y visitó países como Argentina, Perú, Colombia, Brasil, Venezuela, Costa Rica, México, Canadá y Estados Unidos.


Vida Familiar

Paulina viene de una familia de músicos. Su mamá María Luisa Cevallos es sobrina nieta del compositor Víctor Manuel Valencia Nieto y como dice la artista, “los genes vienen por ahí”. Son siete hermanos (4 mujeres y 3 hombres), de ellos cuatro cantan. Paúl Tamayo tiene una orquesta llamada ‘Zandunga’, Tony Tamayo es cantante de música cristiana y Fausto, su hermano mayor, es general de la Policía.

Paulina recuerda que cuando era niña a su casa iban algunos músicos a ensayar con su hermano Fausto, porque toda la familia pensaba que él sería el cantante. “Mi mamá cuenta que cuando yo tenía cinco años, yo siempre estaba ahí molestando para que me hagan cantar y nadie me paraba ‘balón’, entonces un día, un músico le había dicho a mi mamá ‘dejémosle a la niñita que cante’. Como yo le escuchaba ensayar a mi hermano el albazo ‘Pajarillo’ empecé a cantar y todos como ‘condoritos’ para atrás, porque me sabía la canción entera”, señaló en una entrevista.

En su casa sólo se escuchaba música nacional. “Mi mamá nos hacía levantar y dormir con la música de Olimpo Cárdenas, yo creo que ahora los niños han de decir ‘me hacen dormir y acostar con Paulina Tamayo”.

Trayectoria


Empezó su carrera profesional a los cinco años en Radio Éxito, en un concurso interpretando música ecuatoriana, donde fue premiada con el título de ‘Artista profesional’. Luego la enviaron a concursar en Colombia, justo en el puente de Rumichaca, en un festival de aficionados colombo-ecuatoriano, ahí ganó el concurso y le otorgaron también el título de ‘Artista profesional’.

A los seis años le escucha cantar el actor ecuatoriano Ernesto Albán, Don Evaristo, quien le llama a formar parte de su Compañía, donde se mantuvo 15 años. “Don Ernesto Albán es alguien muy importante en mi carrera. Una vez me dijo que cuando el talento está aquí (refiriéndose a la garganta) no hace falta enseñar los senos y piernas”, contó.

En la Compañía de Ernesto Albán tuvo como sus primeros maestros a los Miño Naranjo, Trío Los Reales, las Hermanas López Ron, el Trío Serenata, Pepe Jaramillo, Héctor Jaramillo.

De niña grabó tres discos de 45 revoluciones y cuatro LP de 33 revoluciones, el primer LP lo hizo en Lima, Perú, a los 9 años, invitada por la Embajada ecuatoriana en el vecino país, ahí hizo unas presentaciones con Chabuca Granda.

Los primeros temas que interpretó fueron ‘Imploración de amor’, ‘Fe perdida’, ‘Mentiras’ y ‘Callecita de amor’, todos compuestos por su madre.
Ha incursionado en varios géneros, porque en la época que vivió en EE.UU, no podía subsistir solamente cantando música nacional. Trabajó algún tiempo con una cadena de hotel y tenía que hacer música internacional, entonces cantó boleros, cumbia, valses, entre otros, “pero sin duda mi pasión es la música nacional”.



Julio Jaramillo

(Guayaquil, 1935 - 1978) Cantante ecuatoriano. Conocido con los apodos de El Ruiseñor de América y Míster Juramento, Julio Jaramillo es considerado el mejor cantante ecuatoriano de todos los tiempos. Sus canciones, que hablan de amores y desencuentros, calaron profundamente en el público que se reflejaba en ellas. Muchos consideran a este cantante como uno de los símbolos de la identidad nacional. Las melodías que popularizó, entre las que cabe mencionar De cigarro en cigarro, Alma mía, Interrogación, Odio en la sangre, Te odio y te quiero, Carnaval de la vida o Cuando llora mi guitarra, todavía se escuchan en las radios de Latinoamérica.

Habiendo perdido a su padre cuando apenas contaba con seis años de edad, su madre trabajó como enfermera para mantenerlo. Julio fue muy enfermizo durante su infancia: padeció bronconeumonía, difteria, disentería, y hasta tuvo un principio de parálisis infantil. Creció escuchando al dúo Guayaquil, a Olimpo Cárdenas, a Carlos Rubira Infante y al dúo Villafuerte, artistas que marcaron una época en la música nacional y que influyeron en su vocación por el canto.
Junto con Pepe, su hermano mayor, y contra la voluntad de su madre, comenzó a cantar en casa del músico Toapanta. Realizó sus estudios en la Filantrópica y en una escuela fiscal, bajo la dirección del maestro Lauro Dávila, precisamente autor del pasillo Guayaquil de mis amores. Terminada la primaria, se empleó en una zapatería de calzado para mujer, y luego como barnizador de muebles.
A los diecisiete años ya era conocido por su hermosa y cálida voz, y participaba en programas de Radio Cóndor. En 1950 se unió con dos amigos y se dieron a recorrer los pueblos de Esmeraldas y Manabí cantando en trío. En alguna oportunidad se vio obligado a volver a su oficio de zapatero para sobrevivir. A pesar de los reproches, castigos, lágrimas y ruegos de su madre, no fue capaz de dejar su vida bohemia y parrandera.
Con la grabación de su primer disco, Pobre mi madre querida (1954), en dúo con doña Fresia Saavedra, su nombre comenzó a ser conocido. A éste le siguieron el pasillo Esposa (1955), en dúo con Carlos Rubira Infante. El salto a la fama se dio en 1955 con su vals Fatalidad, que fue difundido por todas las radios del Ecuador y por las principales emisoras de otros países. La grabación de esta canción marcó el inicio de su carrera formal y de su reconocimiento. Su consagración internacional llegó con el bolero Nuestro juramento (1957), momento en que realizó varias giras por América Latina: comenzó un peregrinaje por Ecuador, Colombia, Perú, Argentina, Uruguay y Chile. Al regresar a su país, fue detenido y llevado a cumplir el servicio militar.
Vuelto a la vida civil en 1960, siguió con su carrera, alcanzando actuaciones de hasta cuatro meses consecutivos en el cine Guayas de Guayaquil, con lleno completo. Participó en la película Romance en Ecuador y en otra rodada en Argentina. En 1965 se radicó en Venezuela, desde donde realizó giras triunfales por México, Puerto Rico y toda América Central. Grabó en dúo con Daniel Santos, Alci Acosta y Olimpo
Su última gira internacional tuvo lugar por Estados Unidos y Canadá. Los escándalos de su turbulenta vida también eran con frecuencia noticia. Varias veces fue apresado y casi siempre por problemas de mujeres o por incumplimiento con el Tribunal de Menores. Además de haberse casado cinco veces, tuvo hijos con otras mujeres, que llegaron a sumar un total de veintiocho. Nunca negó sus orígenes humildes, se mostraba generoso, despilfarrador del dinero con sus amigos, y prototipo del machismo porteño.
A su regreso al Ecuador en 1975, cansado, envejecido prematuramente y carcomido por la cirrosis, fue abucheado en una actuación en su ciudad natal porque su voz ya no era la de antes. En los últimos años tenía un programa en Radio Cristal titulado "La hora de J. J.", de cuya propaganda a duras penas sacaba para vivir.
No obstante, cuando Julio Jaramillo murió, el pueblo lo consideraba todavía como el gran cantante, lo cual contribuyó a que en torno a él se tejiera la leyenda. Muerto a la edad de tan sólo cuarenta y tres años, sus restos recibieron una despedida como ningún otro personaje popular ha conocido en Guayaquil, pues se calcula que fueron acompañados por unas 250.000 personas. 


Los Miño Naranjo, un dúo auténticamente ecuatoriano

 

Desde hace 51 años, los hermanos Miño Naranjo han cantado música nacional e internacional dentro y fuera de nuestras fronteras. Actualmente, los enorgullece que su principal hinchada la integren niños y jóvenes, a quienes sus mayores inculcaron amar nuestra música a través de las canciones del dúo. Esos temas inmortales fueron los que cantaron el sábado pasado en el restaurante-peña La Posada de las Garzas.
Ambos nacieron en Ambato. Héctor Danilo, en noviembre de 1939 y Luis Eduardo, en septiembre de 1937. Conversé con ellos antes del show e hicieron un recuento de su exitosa vida artística.
Cuentan que a sus padres les encantaba la música, pero como afición no como profesión. Su padre, el jurisconsulto Ernesto Miño, “se oponía profundamente a que fuéramos artistas –manifiesta Eduardo–, él quería que sacáramos algún título académico”. Pero su madre los ayudaba, así fue como triunfaron en un festival en  la emisora radial Tarqui, de Quito, donde compartieron escenario con artistas extranjeros como el mexicano Miguel Aceves.
Ahí recién fue cuando su padre cedió. Más aun cuando grabaron su disco con J. Feraud Guzmán, que contenía el pasillo  Sin tu amor,  de Carlos Solís Morán, y el sanjuanito  El pajonal,   de Marco Vinicio Bedoya.
 El arreglista fue Rosalindo Quinteros que “nos oyó cantar y dijo: Yo voy a hacer de los Miño Naranjo lo que hice de Julio Jaramillo  –asegura Eduardo–. Grabamos nuestro primer disco y   Sin tu amor  fue un éxito tan grande que pegó en todo el Ecuador”.
Se confiesan admiradores de los dúos pioneros de la música nacional como Benítez y Valencia y el Dúo Ecuador, de Ibáñez y Safadi. Pero aclaran que ellos tienen su particular forma de cantar “porque para ser artista hay que tener una identidad. Una voz propia”, señalan, “nuestro sello, nuestra identidad... que es lo que nos ha dado el triunfo dentro y fuera del país”.
Y es que los Miño Naranjo han triunfado en diversos eventos internacionales, como en el Festival Iberoamericano de la Canción en España donde ganaron cuatro medallas de oro con la canción  Tú y yo;  el Festival de la Canción Latina, en México, y el Festival de la Flor de Loto, de Osaka, Japón.
 También el  Festival de la Canción de Verano, en Moscú, en el que vivieron  la siguiente anécdota: “Los rusos dijeron que iban a tocar el himno del Ecuador en nuestro honor y nos salen tocando   Nuestro juramento.  Les dijimos que ese no era el himno –Eduardo entre risas y admiración–, cómo sería la fuerza de la popularidad de JJ si nos sucedió esto. Entonces tuvimos que cantar el himno nacional verdadero acompañados por las guitarras”.
El éxito del dúo también se debe a que posee un repertorio de música nacional e internacional, y que en su carrera ha contado con excelentes arreglistas y guitarristas, como Rosalindo Quinteros, Homero Hidrobo, Eduardo Erazo, Guillermo Rodríguez, Naldo Campos, Los Gatos y actualmente Wilson Pérez, uno de los mejores requintistas del país.
En sus shows, Eduardo y Danilo siempre agradecen a Guayaquil, pues creen haber nacido artísticamente en el puerto, ya que aquí grabaron su primer disco y sus iniciales presentaciones fueron en las emisoras Cristal y Cóndor.


Dúo Benítez Valencia


Los antecedentes del Dúo Benítez Valencia giran en torno a tres circunstancias interrelacionadas; una de ellas es que Gonzalo Benítez (Otavalo, 1915- Quito, 2005) y Luis A. Valencia (Quito, 1918-1970) estudiaban para normalistas en el Colegio Juan Montalvo, en donde se conocieron y en alguna ocasión cantaron juntos en una programación estudiantil en los años 30’s; la otra situación es la conformación del grupo Alma Nativa cuya dirección estaba a cargo el músico otavaleño Guillermo Garzón y sus integrantes eran Corsino Durán, Marco Tulio Hidrobo, Bolívar Ortiz, Carlos Carrillo y Gonzalo Veintimilla, quienes –exceptuando el primero de los mencionados que era violinista- después se convertirían en Los Nativos Andinos, un cuarteto de guitarras excepcional. Gonzalo Benítez se sumó como cantante a esta agrupación en la cual hacía dúo con Bolívar “El Pollo” Ortiz, así se grabaron algunos discos de pizarra. Poco, después Ortiz decidió dedicarse con mayor ahínco a la guitarra y fue entonces que sugirió a Benítez que buscara a Luis A. Valencia.



El tercer factor que finalmente contribuyó en la constitución de este magnífico dúo es el desarrollo alcanzado por los medios de comunicación radiales, en donde confluye Radio Quito, empresa que se funda precisamente en 1940, y que invita a ser parte de la planta artística de la Radio a varios músicos, ente ellos a Los Nativos Andinos y al Dúo Benítez Valencia; esto permitió hablar de una actividad profesional en la música popular. El programa que presentaba la música ecuatoriana en audiciones en vivo era “Canciones del alma”, que el público seguía con gran expectativa.



Así es como empieza una carrera artística de treinta años de uno de los más grandes dúos vocales masculinos de la música popular del siglo XX. A la voz de Benítez, más aguda, de tenor, con una gran extensión, se sumaba la de Valencia un tanto más grave, de barítono, y con un timbre excepcional. Manejaban increíblemente la afinación, potencia y elemento expresivos de la música: crescendos y diminuendos excelentes, o sea cuando escuchamos que la voz sube de volumen o baja gradualmente o súbitamente, de acuerdo a la necesidad expresiva de la canción, lo cual permitía saber exactamente dónde estaba el clímax de la pieza musical.





Anuncio de Radio Quito. Quito, 1955.



A veces me parece que el Dúo Benítez Valencia, fue en realidad un trío, pues permanentemente estaban acompañados de la guitarra excepcional de Bolívar “El Pollito” Ortiz. Benítez contaba que Ortiz era un hombre callado, “pero cuando hablaba, hablaba sentencias”, además de una digitación firme y segura y de un hermoso timbre guitarrístico Ortiz era un gran improvisador, cada vez que nos presentábamos – nos narraba Benítez- modificaba los adornos a lo largo de la canción y siempre quedaban bien, el siguiente adorno siempre era mejor que el primero”. La calidad de este artista se puede vislumbrar escuchando los disco Oye mujer y las grabaciones que hizo en la Embajada norteamericana el ingeniero de sonido Emory Cook (1913-2002) en 1958, y cuyos parientes cedieron los registros al Instituto Smithsonian (EEUU). Aunque Gonzalo Benítez sabía acompañar bastante bien con la guitarra, generalmente era Luis Alberto Valencia quien hacía la segunda guitarra y Bolívar Ortiz tenía a su cargo la primera guitarra, haciendo las introducciones, los estribillos y adornos a lo largo de las piezas musicales.



Bolívar Ortiz hacia inicios de los años 40’s.

Otra cuestión digna de mencionarse es que alcanzaron a realizar una gran suma de registros sonoros; nosotros logramos compilar más de seiscientas piezas musicales grabadas. Ese permitió ratificar definitivamente el cancionero o el repertorio llamado de “música nacional”. El pasillo llegó a su cúspide con estos intérpretes y los ritmos ecuatorianos como sanjuanitos, danzantes, tonadas, pasacalles, albazos y otros que les entregaban los nuevos compositores populares de su época, tuvieron el espacio para divulgarse y popularizarse. En buena medida, lo que vino después fue un seguimiento o una emulación a lo que se fue forjado alrededor del Dúo. Las piezas que originalmente grabaron los Benítez-Valencia eran regrabadas en múltiples versiones, aunque también hay que señalar que se creó una especie de escuela, indirectamente, de buscar nuevos valores de la creación para alcanzar éxito con las mejores interpretaciones.





Otra faceta de estos intérpretes es su aporte como compositores. Quizá la pieza que más revuelo ha causado por la historia que se creó a su alrededor y por la participación bohemia de varios artistas: pintores y escritores, ha sido Vasija de barro (danzante), pero sin duda fueron muchas otras piezas las que nos dejaron estos artistas que son de gran calidad. Del “Patojo” Benítez: Calles quiteñas (albazo), Caminando, caminando (sanjuanito), y la famosa Vuelta del chagra, que es reclamada en su parte musical como una pieza de origen imbabureño que existió alguna vez y se llamó el Canchano vago (Dónde estás José María, que no te veo...) y que en su cambio Benítez escribió: Empeñando el sombrerito me voy volviendo... Por su parte el “Potolo” Valencia nos dejó los clásicos pasillos Acuérdate de mí, Canción azul y la parte musical de la tonada Leña verde, entre muchas otras.

Ciertamente que el dúo causaba y creo que causa todavía algunos apasionamientos entre sus fanáticos; he escuchado a “Gonzalistas” y “Potolistas”, dándoles el crédito de mejor cantante a cada uno de sus ídolos. Es mi parecer que aquella individualización jerárquica no es lo importante, ni siquiera aquella la simpatía que llegó a tener “El Potolo Valencia”, como el personaje bohemio y dicharachero del dúo “con la voz inigualable”. Cada uno de ellos grabaron con otros compañeros en dúo mixto (Azucena Durán, Carlota Jaramillo), así como también como solistas y, si dejamos pasiones a un lado, nos percataremos que ninguno triunfó radicalmente con los otros dúos ni como solistas, como sí lo hicieron como dúo. El empaste de sus voces y el manejo que hicieron de ellas como complemento vocal en la música ecuatoriana es su aporte mayor. En fin… siempre habrán diferentes apreciaciones sobre de cada uno de los integrantes, pero sin duda nadie negará que la música grabada por el Dúo Benítez Valencia constituye hoy un referente patrimonial de las expresiones populares del siglo XX.






Paulina Tamayo
Paulina de las Mercedes Tamayo Cevallos, mejor conocida como Paulina Tamayo, conquistó al público ecuatoriano desde los cinco años de edad. La artista nació en Quito, Ecuador el 18 de abril de 1965. Con más de 30 años de vida artística profesional, destacan canciones como: "Los pasillos imploración de amor", “Fe perdida”, “El vals mentiras”, y “Callecita de amor”. Composiciones que fueron hechas por su progenitora, Maria Luisa Cevallos Paladines.

En su adultez, Paulina realizó giras internacionales donde compartió escenarios con grandes figuras de la música internacional como Alci Acosta, Roberto Carlos, El Greco, Los Panchos, Lola Flores, Los Visconti, Daniel Santos, Rocío Durcal, entre otros. Después se convirtió en la embajadora del folclore ecuatoriano y latinoamericano, y visitó países como Argentina, Perú, Colombia, Brasil, Venezuela, Costa Rica, México, Canadá y Estados Unidos.

Vida Familiar

Paulina viene de una familia de músicos. Su mamá María Luisa Cevallos es sobrina nieta del compositor Víctor Manuel Valencia Nieto y como dice la artista, “los genes vienen por ahí”. Son siete hermanos (4 mujeres y 3 hombres), de ellos cuatro cantan. Paúl Tamayo tiene una orquesta llamada ‘Zandunga’, Tony Tamayo es cantante de música cristiana y Fausto, su hermano mayor, es general de la Policía.

Paulina recuerda que cuando era niña a su casa iban algunos músicos a ensayar con su hermano Fausto, porque toda la familia pensaba que él sería el cantante. “Mi mamá cuenta que cuando yo tenía cinco años, yo siempre estaba ahí molestando para que me hagan cantar y nadie me paraba ‘balón’, entonces un día, un músico le había dicho a mi mamá ‘dejémosle a la niñita que cante’. Como yo le escuchaba ensayar a mi hermano el albazo ‘Pajarillo’ empecé a cantar y todos como ‘condoritos’ para atrás, porque me sabía la canción entera”, señaló en una entrevista.

En su casa sólo se escuchaba música nacional. “Mi mamá nos hacía levantar y dormir con la música de Olimpo Cárdenas, yo creo que ahora los niños han de decir ‘me hacen dormir y acostar con Paulina Tamayo”.

Trayectoria


Empezó su carrera profesional a los cinco años en Radio Éxito, en un concurso interpretando música ecuatoriana, donde fue premiada con el título de ‘Artista profesional’. Luego la enviaron a concursar en Colombia, justo en el puente de Rumichaca, en un festival de aficionados colombo-ecuatoriano, ahí ganó el concurso y le otorgaron también el título de ‘Artista profesional’.

A los seis años le escucha cantar el actor ecuatoriano Ernesto Albán, Don Evaristo, quien le llama a formar parte de su Compañía, donde se mantuvo 15 años. “Don Ernesto Albán es alguien muy importante en mi carrera. Una vez me dijo que cuando el talento está aquí (refiriéndose a la garganta) no hace falta enseñar los senos y piernas”, contó.

En la Compañía de Ernesto Albán tuvo como sus primeros maestros a los Miño Naranjo, Trío Los Reales, las Hermanas López Ron, el Trío Serenata, Pepe Jaramillo, Héctor Jaramillo.

De niña grabó tres discos de 45 revoluciones y cuatro LP de 33 revoluciones, el primer LP lo hizo en Lima, Perú, a los 9 años, invitada por la Embajada ecuatoriana en el vecino país, ahí hizo unas presentaciones con Chabuca Granda.

Los primeros temas que interpretó fueron ‘Imploración de amor’, ‘Fe perdida’, ‘Mentiras’ y ‘Callecita de amor’, todos compuestos por su madre.
Ha incursionado en varios géneros, porque en la época que vivió en EE.UU, no podía subsistir solamente cantando música nacional. Trabajó algún tiempo con una cadena de hotel y tenía que hacer música internacional, entonces cantó boleros, cumbia, valses, entre otros, “pero sin duda mi pasión es la música nacional”.



Julio Jaramillo

(Guayaquil, 1935 - 1978) Cantante ecuatoriano. Conocido con los apodos de El Ruiseñor de América y Míster Juramento, Julio Jaramillo es considerado el mejor cantante ecuatoriano de todos los tiempos. Sus canciones, que hablan de amores y desencuentros, calaron profundamente en el público que se reflejaba en ellas. Muchos consideran a este cantante como uno de los símbolos de la identidad nacional. Las melodías que popularizó, entre las que cabe mencionar De cigarro en cigarro, Alma mía, Interrogación, Odio en la sangre, Te odio y te quiero, Carnaval de la vida o Cuando llora mi guitarra, todavía se escuchan en las radios de Latinoamérica.

Habiendo perdido a su padre cuando apenas contaba con seis años de edad, su madre trabajó como enfermera para mantenerlo. Julio fue muy enfermizo durante su infancia: padeció bronconeumonía, difteria, disentería, y hasta tuvo un principio de parálisis infantil. Creció escuchando al dúo Guayaquil, a Olimpo Cárdenas, a Carlos Rubira Infante y al dúo Villafuerte, artistas que marcaron una época en la música nacional y que influyeron en su vocación por el canto.
Junto con Pepe, su hermano mayor, y contra la voluntad de su madre, comenzó a cantar en casa del músico Toapanta. Realizó sus estudios en la Filantrópica y en una escuela fiscal, bajo la dirección del maestro Lauro Dávila, precisamente autor del pasillo Guayaquil de mis amores. Terminada la primaria, se empleó en una zapatería de calzado para mujer, y luego como barnizador de muebles.
A los diecisiete años ya era conocido por su hermosa y cálida voz, y participaba en programas de Radio Cóndor. En 1950 se unió con dos amigos y se dieron a recorrer los pueblos de Esmeraldas y Manabí cantando en trío. En alguna oportunidad se vio obligado a volver a su oficio de zapatero para sobrevivir. A pesar de los reproches, castigos, lágrimas y ruegos de su madre, no fue capaz de dejar su vida bohemia y parrandera.
Con la grabación de su primer disco, Pobre mi madre querida (1954), en dúo con doña Fresia Saavedra, su nombre comenzó a ser conocido. A éste le siguieron el pasillo Esposa (1955), en dúo con Carlos Rubira Infante. El salto a la fama se dio en 1955 con su vals Fatalidad, que fue difundido por todas las radios del Ecuador y por las principales emisoras de otros países. La grabación de esta canción marcó el inicio de su carrera formal y de su reconocimiento. Su consagración internacional llegó con el bolero Nuestro juramento (1957), momento en que realizó varias giras por América Latina: comenzó un peregrinaje por Ecuador, Colombia, Perú, Argentina, Uruguay y Chile. Al regresar a su país, fue detenido y llevado a cumplir el servicio militar.
Vuelto a la vida civil en 1960, siguió con su carrera, alcanzando actuaciones de hasta cuatro meses consecutivos en el cine Guayas de Guayaquil, con lleno completo. Participó en la película Romance en Ecuador y en otra rodada en Argentina. En 1965 se radicó en Venezuela, desde donde realizó giras triunfales por México, Puerto Rico y toda América Central. Grabó en dúo con Daniel Santos, Alci Acosta y Olimpo
Su última gira internacional tuvo lugar por Estados Unidos y Canadá. Los escándalos de su turbulenta vida también eran con frecuencia noticia. Varias veces fue apresado y casi siempre por problemas de mujeres o por incumplimiento con el Tribunal de Menores. Además de haberse casado cinco veces, tuvo hijos con otras mujeres, que llegaron a sumar un total de veintiocho. Nunca negó sus orígenes humildes, se mostraba generoso, despilfarrador del dinero con sus amigos, y prototipo del machismo porteño.
A su regreso al Ecuador en 1975, cansado, envejecido prematuramente y carcomido por la cirrosis, fue abucheado en una actuación en su ciudad natal porque su voz ya no era la de antes. En los últimos años tenía un programa en Radio Cristal titulado "La hora de J. J.", de cuya propaganda a duras penas sacaba para vivir.
No obstante, cuando Julio Jaramillo murió, el pueblo lo consideraba todavía como el gran cantante, lo cual contribuyó a que en torno a él se tejiera la leyenda. Muerto a la edad de tan sólo cuarenta y tres años, sus restos recibieron una despedida como ningún otro personaje popular ha conocido en Guayaquil, pues se calcula que fueron acompañados por unas 250.000 personas.